Aquí hay una cita del libro. El cerebro siempre gana.
A veces nos influenciamos a nosotros mismos y a quienes nos rodean de maneras que no es nuestra intención. Interpretamos mal lo que escuchamos o vemos. Creamos una respuesta emocional que no pretendemos. Obstaculizamos o limitamos el rendimiento cuando pretendíamos desarrollarlo. A veces se nos recuerda que es algo complicado, este proceso de comunicación. Es prácticamente continuo y su naturaleza y contenido pueden cambiar en un instante.
Piénsalo un poco. Se relaciona absolutamente con nosotros mismos como entrenadores que interactúan con nuestros jugadores y compañeros. Como tal, es algo de lo que siempre debemos ser conscientes en nuestra comunicación.
Es importante destacar que también es algo que debemos enseñar a nuestros jugadores. A menudo no se dan cuenta de cómo los demás interpretan y/o reaccionan a lo que dicen y hacen. Esto es especialmente cierto para los atletas más jóvenes.
Sin embargo, no necesariamente termina ahí. A lo largo de los años, he tenido varios jugadores mayores (de edad universitaria) que no eran conscientes de cómo su estado emocional, lenguaje corporal, etc., afectaba a los demás.
Por supuesto, esto funciona en ambas direcciones. Puede ser positivo o negativo, por lo que nuestro trabajo como entrenadores es enseñar a los jugadores a crear más de lo primero y menos de lo segundo.
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