El título de este post es un dicho que se escucha en los deportes. Sin embargo, al igual que muchos fragmentos similares de sabiduría eterna percibida, no podemos tomarlo como una simple verdad.
La razón por la que digo eso es por algo que escribí antes en términos de poner límites a nuestros jugadores y equipos. En él describo una situación en la que un entrenador adoptó este tipo de punto de vista con respecto a la realización de series rápidas. El argumento era que los pases del equipo no eran lo suficientemente buenos. Por cierto que pudiera haber sido en el término inmediato, era un punto de vista problemático. No les dio a los jugadores ningún incentivo real para mejorar. Si no vamos a ejecutar jugadas que requieran mejores pases, entonces ¿por qué necesitamos pasar mejor?
En otras palabras, aquí teníamos una situación en la que trabajar en una táctica que el equipo era actualmente técnicamente incapaz de hacer (al menos con consistencia) proporciona una motivación y una razón para que el equipo desarrolle las capacidades técnicas requeridas.
Obviamente, en este tipo de situación tienes que entrenar la táctica de una manera que evite la limitación técnica. Tal vez le lances al colocador. O tal vez ejecuta el juego con balones libres en lugar de pases de recepción y/o excavaciones. Esencialmente, entrena la táctica anticipándose a las mejoras técnicas requeridas para usarla regularmente.
Sin embargo, esto no es una licencia para volverse loco. Una cosa es aumentar un poco la complejidad de lo que intentas hacer. Es otra cosa subirlo 5 muescas. Eso solo conducirá a la confusión y la frustración (ver ¿Qué porcentaje de repeticiones debería ser bueno?).
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